En la Edad Media de los reinos hispánicos, los judíos guardaban con especial celo dos ayunos anuales: el grande o Yom Kippur y el de la Reina Ester, en vísperas de Purim. De hecho, cuando muchos judíos renunciaron a la fe de sus padres para convertirse forzadamente o no al cristianismo, sus hijos y nietos siguieron guardando el día y el ayuno, desconociendo en ocasiones por qué lo hacían.
Es una realidad que el ser humano se siente más acompañado en su paso por la vida con un padre y una madre. En este sentido, como preparación para el día en que desaparezcan los padres terrenales por ley existencial, el padre y la madre celestiales adquieren especial relevancia.
El judaísmo rabínico -privado como está de figuras sobrenaturales fuera del Eterno- purgó a la religión israelita de los excesos primitivos de permitir una madre, pero acabó viéndose necesitado del paradigma femenino sufriente y salvador, encarnado para muchos especialmente por la reina Ester.
Por su parte, el cristianismo, pasada la fase primitiva y de contenido y tradiciones explícitamente judíos, acabó elevando a la Theotokos, o madre de D'os, a la categoría de madre y abogada de todos los creyentes.
Pese a la distancia que los fieles de una y otra religión puedan poner entre ambas creencias, el hecho es que la psique humana fabrica paradigmas similares para determinadas categorías espirituales o sobrenaturales que le sirven de apoyo en este valle de lágrimas.
Cuando la reina Ester salva a su pueblo por medio de la inmolación de su individualidad, y provista únicamente de fuerza espiritual, queda inscrita para siempre en la mente y en los corazones de los judíos como mediadora ante el Eterno por los hijos de Israel. Cuando la doncella judía Mir'am pone su vida a disposición del Eterno, privándose no sólo de su libertad de elección, sino también y, a la postre, de su hijo bienamado para la salvación del pueblo, la gesta es capaz de subirla a las alturas.
Y es que, en el fondo, ambas encarnan el arquetipo femenino considerado positivo por las religiones: el de la doncella humilde y sumisa a D'os que, renunciando a sí misma, alcanza el bien último para su nación de hijos descarriados.
Jag Purim Sameaj!