Hay veces en las que uno no sabe ni cómo empezar un post. Esta es una de ellas. Cuando la ponzoña ya está tan instalada en la oscura sociedad en la que vivimos y la sensación de asco llega a niveles tan altos, es decir, justo cuando más motivos tendría para hacer esto, me encuentro con que me cuesta sentarme frente al ordenador y gritar justicia. Quizá me esté haciendo viejo. Apenas recuerdo ya si alguna vez sentí que mi denuncia servía para algo. Intuyo que sí, que debí sentirlo, pero el hecho es que ahora no es así.
No, hace tiempo que estoy convencido de que “no podemos” y de que lo único que consigo haciendo esto es alimentar mi rabia. Por eso no escribo aquí a diario, ni semanalmente, ni siquiera mensualmente, intentando desmontar falsas ideas o informaciones judeófobas. Bueno, por eso... Y también por la ingratitud de la práctica totalidad de judíos a los que defiendo, dicho sea de paso. He aquí dos motivos de peso. De hecho, ¿por qué estoy escribiendo esto ahora?
El cantante estadounidense de confesión judía Matisyahu, ha visto este verano como su actuación en el festival Rototom de Benicàssim, era cancelada por la organización, fruto de la asfixiante presión de ese demoníaco instrumento llamado BDS, que pretendía obligar al artista a firmar una diatriba anti-israelí de condena al Estado Judío por el conflicto con los palestinos. La negativa del artista alegando el carácter totalmente despolitizado de su música, le ha valido su expulsión del festival. Izquierda Unida y Podemos han aplaudido la medida catalogándola de “coherente”, mientras que la prensa ha debatido mucho sobre la conveniencia de firmar esa diatriba, dado que Matisyahu ha sido el único artista al que se le ha puesto alguna condición para poder actuar. Pues da la casualidad de que a ese festival acuden también artistas de confesión musulmana o de origen venezolano. Y que yo sepa, tanto en Venezuela como sobretodo en los países árabes o de mayoría musulmana, no pasa un sólo minuto sin que se vulneren, cuando no se violen salvaje y atrozmente los derechos humanos. ¿Se imagina alguien a la organización del festival obligando a esos artistas a posicionarse públicamente en contra de todo ello como condición sine qua non para poder actuar? Obviamente no. De hecho no ha sucedido.
Así que, ¿por qué escribo de nuevo en este blog? Pues porque hay algo que me asusta, la verdad. Subrepticia o explícitamente, siempre he percibido antisemitismo en nuestra sociedad, pero esta vez hay algo diferente, algo muy fuerte, oscuro y peligroso. Se trata del hecho de comprobar que la sociedad acepta como normal todo esto. Es decir, que la sociedad ve normalidad en que por ser de religión judía aunque no sea ni israelí, una persona tenga que sufrir tácticas o interrogatorios propios de la Inquisición, si quiere sencillamente “seguir circulando”. Sí, así es. La sociedad tiene tan interiorizado que los judíos son los malos de esta película llamada “Historia de la Humanidad”, que ve normal que se practiquen estas formas de nazismo con ellos. Sí, NAZISMO. Pues de eso va la cosa en definitiva, de no tolerar la existencia de un determinado grupo humano, de no concederle lugar ni libertad. A este paso, a no mucho tardar estaremos en otro escenario peor, ese en el que lo que la sociedad acepta como normal es volver a obligar a los judíos a identificarse con la palabra “Jude” encerrada en un parche de tela amarilla con forma de estrella de David.
El escenario que sucedería a éste penúltimo, ya sabemos cuál es: el último de todos, el Holocausto, ese escenario que aquella moderna sociedad alemana de las primeras décadas del siglo XX percibió como absolutamente normal.
No, hace tiempo que estoy convencido de que “no podemos” y de que lo único que consigo haciendo esto es alimentar mi rabia. Por eso no escribo aquí a diario, ni semanalmente, ni siquiera mensualmente, intentando desmontar falsas ideas o informaciones judeófobas. Bueno, por eso... Y también por la ingratitud de la práctica totalidad de judíos a los que defiendo, dicho sea de paso. He aquí dos motivos de peso. De hecho, ¿por qué estoy escribiendo esto ahora?
El cantante estadounidense de confesión judía Matisyahu, ha visto este verano como su actuación en el festival Rototom de Benicàssim, era cancelada por la organización, fruto de la asfixiante presión de ese demoníaco instrumento llamado BDS, que pretendía obligar al artista a firmar una diatriba anti-israelí de condena al Estado Judío por el conflicto con los palestinos. La negativa del artista alegando el carácter totalmente despolitizado de su música, le ha valido su expulsión del festival. Izquierda Unida y Podemos han aplaudido la medida catalogándola de “coherente”, mientras que la prensa ha debatido mucho sobre la conveniencia de firmar esa diatriba, dado que Matisyahu ha sido el único artista al que se le ha puesto alguna condición para poder actuar. Pues da la casualidad de que a ese festival acuden también artistas de confesión musulmana o de origen venezolano. Y que yo sepa, tanto en Venezuela como sobretodo en los países árabes o de mayoría musulmana, no pasa un sólo minuto sin que se vulneren, cuando no se violen salvaje y atrozmente los derechos humanos. ¿Se imagina alguien a la organización del festival obligando a esos artistas a posicionarse públicamente en contra de todo ello como condición sine qua non para poder actuar? Obviamente no. De hecho no ha sucedido.
Así que, ¿por qué escribo de nuevo en este blog? Pues porque hay algo que me asusta, la verdad. Subrepticia o explícitamente, siempre he percibido antisemitismo en nuestra sociedad, pero esta vez hay algo diferente, algo muy fuerte, oscuro y peligroso. Se trata del hecho de comprobar que la sociedad acepta como normal todo esto. Es decir, que la sociedad ve normalidad en que por ser de religión judía aunque no sea ni israelí, una persona tenga que sufrir tácticas o interrogatorios propios de la Inquisición, si quiere sencillamente “seguir circulando”. Sí, así es. La sociedad tiene tan interiorizado que los judíos son los malos de esta película llamada “Historia de la Humanidad”, que ve normal que se practiquen estas formas de nazismo con ellos. Sí, NAZISMO. Pues de eso va la cosa en definitiva, de no tolerar la existencia de un determinado grupo humano, de no concederle lugar ni libertad. A este paso, a no mucho tardar estaremos en otro escenario peor, ese en el que lo que la sociedad acepta como normal es volver a obligar a los judíos a identificarse con la palabra “Jude” encerrada en un parche de tela amarilla con forma de estrella de David.
El escenario que sucedería a éste penúltimo, ya sabemos cuál es: el último de todos, el Holocausto, ese escenario que aquella moderna sociedad alemana de las primeras décadas del siglo XX percibió como absolutamente normal.