domingo, 8 de abril de 2012

PESAJ, PASJA, PASCUA

En estos días, se celebran las pascuas judía y cristiana, puesto que ambas están ligadas al plenilunio primaveral y, pese a los esfuerzos de la Gran Iglesia por distanciarlas, siempre acaban rondándose la una a la otra.

El pueblo judío conmemora su salida de la esclavitud de Egipto, con la ayuda del Todopoderoso, que lo sacó “con mano fuerte y brazo extendido” y los cristianos, la muerte y resurrección del Hijo de Dios, venido al mundo para sanarlo de sus pecados.

En ambos casos, y pese al significado que el judaísmo rabínico y el cristianismo ortodoxo le han dado a la celebración, se trata en realidad de una festividad que ha amalgamado varias otras más antiguas y que, finalmente, ha sido coronada con el simbolismo más elaborado de cada una de las confesiones, que suele ser el más sofisticado.

Los agricultores cananeos festejaban el plenilunio primaveral, ofreciendo panes ácimos, amén de otras primicias, a la naturaleza deificada, que había tenido a bien concedérselas. Los ganaderos de la región, por su parte, mataban un cordero, que ofrecían a los dioses-demones de sus creencias politeístas, y aspergían con su sangre las jambas de sus tiendas para así protegerlas. Si es verdad que hubo un grupo humano que salió de Egipto en pos de su libertad, allá por los estertores de la Edad del Bronce, aquel grupo, una vez en Canaán, unió su experiencia liberadora a aquellas ya existentes, para conformar después una fiesta de peregrinación y ofrenda al templo de Jerusalem y una rica fiesta de purificación y de fortalecimiento de la identidad, una vez que éste dejó de existir y el judaísmo rabínico ocupó el lugar del sacerdotal.

Cuando el advenimiento del judaísmo nazareno, que daría paso al cristianismo, al Pésaj judío, se superpuso la significación de que el cordero pascual, toda vez que el Templo ya no existía, era el propio Jesús, el cual, aunando en sí la vocación de Pésaj y la de Yom Kippur, se sacrificaba voluntariamente para redimir las culpas de la humanidad escrita con mayúsculas. Así pues, se creaba una Nueva Alianza, ya que la que marcó la salida del pueblo judío de Egipto, en la que D'os lo sacaba de una vida de esclavitud para llevarlo a una de libertad en la Tierra Prometida a los patriarcas, había quedado obsoleta. Sin embargo, el significado no desparecía, sino que se fortalecía. La esclavitud del pecado daba paso a la libertad del hombre nuevo, renacido por efecto de la Resurrección del Hijo de Dios Altísimo.

Podemos concluir, con bastante humildad, que en lo humano nunca hay nada nuevo bajo el sol -citando a otro gran e imprescindible libro de la sabiduría judía- y que, en el fondo, somos mucho más parecidos al hombre primitivo de lo que creemos. Aquel hombre que se sorprendía, como nosotros ahora, quizás, con la contemplación de la grandeza del plenilunio primaveral, sentado a la puerta de su tienda de pastor nómada.