El conflicto de Oriente Medio es cíclico. La situación que nos toca vivir estos días se reproduce cada pocos años y no parece haber mucha solución. Pese a los esfuerzos del contendiente más civilizado de los dos, todo, absolutamente todo vuelve siempre al mismo punto, tanto dentro como fuera del campo de batalla. Así, por enésima vez, el panorama es el siguiente:
La organización terrorista islamista Hamás, que gobierna la franja de Gaza, ataca a Israel lanzando sus proyectiles salidos del horno iraní de Ahmadineyad. Esta vez, los mal llamados “cohetes” llegan más lejos que nunca, haciendo sonar las sirenas en Tel Aviv e incluso en la capital del estado judío, Jerusalén, donde no se escuchaban desde 1992. Los proyectiles de Hamás son lanzados contra la población civil israelí, causando la muerte de tres personas.
La respuesta israelí no tarda en llegar. ¿Acaso cabría esperar que un país atacado no defienda a su población del fuego vecino? El ejército israelí bombardea posiciones palestinas, centrándose en sus objetivos militares. Pese a las dificultades para llevar esto a cabo, Israel intenta minimizar el impacto de sus ataques en la población civil de la franja. Para ello, la aviación israelí lanza desde el cielo de Gaza miles de folletos informativos en los que se pide a los gazatíes que se alejen de las posiciones de Hamás. Del mismo modo, las fuerzas de defensa israelíes realizan llamadas telefónicas a las familias palestinas de la franja, para alertarlas de la situación. Tras estos prolegómenos, Israel lleva a cabo su respuesta militar. El número de bajas civiles provocadas es necesariamente mayor que el de bajas sufridas, debido al nada desdeñable hecho de que Hamás acostumbre a abrir fuego contra Israel desde hospitales, colegios o guarderías.
Mahmud Abbas, presidente de la Autoridad Nacional Palestina, condena con la boca pequeña los ataques de Israel, pero en el fondo no parecen preocuparle demasiado, pues nada le allanaría más el camino hacia el control exclusivo de los territorios palestinos, que la desaparición de todo miembro o partidario de Hamás, con los que Al Fattah está literalmente en guerra fratricida.
Las revueltas en los países árabes no tardan en producirse. En ellas, las turbas enfervorecidas claman por la destrucción y aniquilación de Israel y de los judíos en general.
La Comunidad Internacional pide a ambas partes el cese de las “hostilidades”, pero sin atreverse nunca a mediar equitativamente en el conflicto.
Las ideólogos progresistas de medio mundo, cegados por su incapacidad para ver el dolor israelí, acaban posicionándose consciente o inconscientemente, pero siempre de forma paradójica, del lado de la organización terrorista islamista Hamás, que no sólo representa unos valores opuestos a los suyos, sino que es además responsable de abrir fuego primero, iniciando así la guerra.
Los ideólogos conservadores, por contra, cegados por su animadversión hacia el elemento musulmán, cometen el error (también consciente o inconscientemente) de tomar la parte por el todo, culpando del conflicto a todos y cada uno de los palestinos, al mundo árabe en general, o incluso al Islam como concepto, perdiendo de vista que los únicos culpables del ataque militar a Israel, son los que lo llevan a cabo, es decir, los terroristas de Hamás.
La gran mayoría de medios de comunicación europeos rescata del baúl todo su arsenal de técnicas demonizadoras de Israel, ocultando, soslayando, obviando o minimizando (en el mejor de los casos) el daño que provocan los ataques palestinos. ¿Por qué lo hacen? Nunca lo sabremos, aunque imagino que debe de ser una gran losa en la conciencia el saberte propiciador o cuanto menos, auspiciador de todo un holocausto contra un grupo humano concreto, en pleno siglo XX. Dado que el genocidio, es por su naturaleza injustificable, supongo que como agresor te debe apetecer que tu víctima al menos tenga la culpa de algo. Si a ello le sumamos la dependencia del petróleo árabe de países como el nuestro...
Los miembros de las ONGs, movimientos antisistema y partidos políticos de izquierda radical, que aún no se han manifestado por el verdadero genocidio que Bashar Al-Assad está llevando a cabo en la vecina Siria, se apresuran (secundados por las élites progresistas intelectualoides del mundo de la “cultura”) a tomar las calles ataviados con sus desempolvadas pancartas anti-Israel. Y digo bien, desempolvadas, viejas, no de nueva creación para la ocasión, como se pudo constatar por el lema de la pancarta de una de las jóvenes que ayer se manifestaban en Barcelona: "No en mi nombre" ¿...? Cabría explicarle a la susodicha, que en su nombre no se está llevando a cabo ninguna guerra, pues España (o Cataluña, como ella prefiera) no están militarmente involucradas en la contienda. En su nombre, eso sí, el gobierno español donó hace poco tiempo, seis millones de euros a Gaza (los mismos millones que de parados en España), a modo de ayuda humanitaria. Ni que decir tiene, que el gobierno de Gaza, es decir, la organización terrorista islamista Hamás, los utilizó para forrarse de armas hasta los dientes e iniciar así una nueva guerra santa contra Israel.
Mucha otra gente, que por falta de interés en el tema, desconoce la situación real, juzga más adecuado posicionarse del lado palestino, haciendo gala de esa tendencia natural del ser humano a sentirse más próximo al débil que al fuerte. Y como su desconocimiento radica en la la falta de interés, pues tampoco se paran a cuestionarse si esa debilidad palestina es tal. Desde luego, en los medios de comunicación, la fuerza/debilidad de los contendientes es simétricamente opuesta a la que ambos poseen en el campo de batalla. Y eso cuenta mucho. Que se lo pregunten a los israelíes.
La gente cercana a uno, que suele pertenecer al grupo anterior, te intenta hacer ver, sin mala intención, "el genocidio que los judíos están llevando a cabo con los palestinos”, mientras que un servidor, que a estas alturas ya casi da por imposible el entendimiento, intenta evitar el tema a toda costa, para no acabar a también golpe de misil con la gente apreciada o querida.
Señores, que nadie se equivoque, que esto es muy sencillo. Mientras la gente no quiera entender que Israel es un país absolutamente normal, un estado democrático como cualquier país de Europa, pero rodeado de teocracias islamistas que que lo atacan militarmente cada dos por tres... Mientras la gente no quiera entender que Israel sólo quiere que el mundo le deje en paz de una vez por todas y para siempre... Mientras la gente no quiera entender que Israel no ha empezado ni una sola de las guerras en las se ha visto involucrado, aunque las haya ganado todas... Mientras la gente no quiera entender que Israel tiene el mismo derecho a defenderse del sistemático ataque militar vecino, que tendría España de defenderse de un hipotético ataque militar francés, portugués o marroquí...
Mientras la gente no quiera entender todo esto, sencillamente, no hay nada que hacer.