El pasado domingo 17 de noviembre, el programa Shalom, proyecto de comunicación de la Federación de Comunidades Judías de España que emite la 2 de Televisión Española, ofrecía un reportaje sobre el acto de inauguración del bautizado como Jardín de Sefarad de Ávila. Se trata del proyecto de rehabilitación del antiguo cementerio judío de la ciudad que ha sido descubierto, merced al hallazgo fortuito de unos restos humanos por parte de un niño de la zona. Ávila se suma así al conjunto de poblaciones españolas que han recuperado para la memoria y, desde otra óptica, para el cumplimiento de un precepto religioso judío, alguno de los cementerios que esta comunidad mantenía en suelo ibérico.
Si bien desde consideraciones artístico-culturales distintas y con mayor o menor fortuna en la preservación de los restos arqueológicos, la recuperación de estos antiguos “fonsarios” medievales ha contribuido al conocimiento de los ritos funerarios propiamente judíos, así como a una pequeña reparación del daño causado por los hechos que, culminando en la expulsión masiva de 1492, contribuyeron al olvido y al descuido de estos recintos de especial significación humana y religiosa.
Dejando a un lado las controversias surgidas entre arqueólogos y representantes religiosos judíos de la Jevra Kadisha a nivel europeo, lo cierto es que la generación de estos nuevos espacios públicos con posibilidades de divulgación de valores culturales e integradores debe ser visto como algo necesario, si se pretende dar pujanza y sentido a un patrimonio histórico-artístico que, en demasiadas ocasiones, prescinde de las realidades arqueológica e histórica para centrarse en imperativos turísticos y económicos, carentes de toda base real.
Vitoria, con su Judimendi, Segovia, con su Pinarillo, o diversos “montjuïchs” en Cataluña son magníficos ejemplos de cómo la ubicación, preservación e interpretación de los restos arqueológicos que la voz popular nos legó en forma de topónimos descriptivos son factibles y suponen un privilegio para las nuevas generaciones.
Aquellas poblaciones que conservan restos toponímicos fiables, a la par que datos en la documentación histórica, y que deseen optar por la inversión en patrimonio, sólo han de dotar de medios a los equipos arqueológicos y humanos que están deseando ponerse manos a la obra. Ejemplos de estas posibles recuperaciones y puestas en valor de restos materiales podría ser el proyecto que, en torno al bosque de Valorio de la capital zamorana, se ha intentado poner en marcha desde 2010 sin demasiado éxito. Asimismo, la excavación completa de la judería de Lorca, situada en una zona relativamente aislada y fuera del trazado urbano de la ciudad -con lo que no habría necesidad de alterarlo- podría culminar con la ubicación del cementerio judío, del cual los arqueólogos sospechan su situación y están a la espera de poder prospectar y excavar posteriormente.
En cualquier caso, y pese a las dificultades emanadas de la actual coyuntura económica, vaya nuestro reconocimiento para todas aquellas personas e instituciones que de manera sincera y altruista desean restituir a su verdadero lugar todo lo sagrado que un día se enterró en Sefarad y que hubo que abandonar a la carrera y con lágrimas en los ojos, camino de un exilio incierto.