lunes, 5 de diciembre de 2011

LA EMPANADA DE RANIA

Las prensas israelí y estadounidense recogían ayer una noticia que, sin asombrarme en absoluto, llegó a molestarme y de la cual me quiero hacer eco en este blog.

Al parecer, la reina Rania de Jordania “ha escrito” y publicado un libro de literatura infantil, junto con otro u otros autores, el cual verá la luz en diversos países de habla inglesa, entre ellos en Estados Unidos. La historieta en cuestión, titulada The Sandwich Swap, trata la historia de dos amigas, una árabe -de país indeterminado- y otra estadounidense, las cuales se hacen amigas y acaban intercambiando, posiblemente en el recreo, el bocadillo que da título al cuento. Desconozco el contenido del mismo -del bocadillo, digo-, pero el caso es que esta pequeña acción de compartir las une para siempre, abriéndoles a cada una de ellas una ventana al conocimiento de la cultura de su nueva amiga.

Realmente enternecedor, desde luego, si no fuera por el hecho de que, según medios no oficiales -y con esto quiero decir “fuentes no procedentes del gabinete de prensa de Rania de Jordania-, pero sí absolutamente creíbles, ya que provienen del mundo editorial y de la prensa, la tan admirada monarca jordana se ha negado en reiteradas ocasiones a que su librito sea traducido al hebreo y, por tanto, consecuencia obvia, distribuido en el mercado israelí.

Es sabido de todos que Rania de Jordania procede de una familia de origen palestino de alto nivel económico y radicada en Jordania, que la educó en los mejores centros bilingües del extranjero y que la preparó para casarse con alguien de su nivel. Seguramente, su familia no podía ni soñar con que acabaría siendo la reina de Jordania.

En cualquier caso, y puesto que Rania hace gala de un talante “occidental”, en cuanto a su imagen pública se refiere, así como de un compromiso constante con los derechos humanos, resulta sorprendente, cuando no indignante, que todo ese talante y glamour acaben yéndose por el sumidero de la intolerancia a las primeras de cambio, máxime, cuando el libro de cuentos tiene como temática -cito textualmente de lo recogido por la prensa en el evento de presentación del mismo- “el compromiso con el diálogo y la tolerancia”.

A Rania de Jordania se le supone más inteligencia y, sobre todo, más diplomacia, toda vez que el país del que es monarca tiene frontera con ese otro país que, aunque no lo diga, parece rechazar con su conducta en estos y otros momentos del pasado.

Sin embargo, la realidad parece ser otra y, aunque hoy sus “fuentes oficiales” se han apresurado a desmentir torpemente las informaciones que ayer ofrecía la prensa sobre la difusión de ese librito de cuentos que, seamos serios, ni siquiera ha escrito ella, pero que, ayudado de su imagen glamurosa, se venderá como churros por doquier, no queda otra que, al menos, denunciar su conducta públicamente.

Personalmente, no siento mucha devoción por la monarquía jordana, pese a todas las “muestras de amistad” con las que se ha prodigado España hacia ella durante los años de mi infancia, en la que veía, sentada frente al televisor, a la también glamurosa Noor, antes azafata americana, hacer de perfecta consorte de Hussein. Y no la siento, porque me parece un país islámico que podría sacar más partido a su moderación y comprometerse con Israel, a la par que Egipto, para lograr la paz en la región y que no hace sino perderse en guerras tribales estériles por la consecución del poder y por el mantenimiento del tren de vida de las élites, que, como Rania, ofrecen una imagen tan alejada de la realidad como hipócrita para con sus sociedades civiles.

Finalmente, me gustaría decir que esta Barbie islámica de perfección resplandeciente, que es Rania de Jordania, debería dejar a un lado la literatura -y no sólo en hebreo- y preocuparse un poco más de la situación de la mujer en los países árabes, ya que ella, como Suha Tawil -Arafat, de casada-, no sólo no la representan lo más mínimo, sino que se desentienden de su realidad cotidiana de sometimiento y vejación para dedicarse al shopping en Europa. Ambas deberían tomar ejemplo del respeto a la mujer inspirado y sostenido por la democracia israelí, en la que las mujeres primer ministro eran una realidad, cuando en Europa aún no se podía soñar con ello.

Desde aquí, tan sólo unas palabras: “Querida Rania, creo que te has hecho una pequeña empanada mental con el sandwichito de marras...”