I. SAMUEL HALEVÍ ABULAFIA.
Dice
Yitzjak Baer en su enciclopédica y fundamental Historia de los
judíos en la España cristiana que, cuando detuvieron a Samuel
Haleví y a todos los miembros de su familia en 1360, los enviados
reales se incautaron, entre otros muchos bienes materiales, de
ochenta esclavos musulmanes, que eran propiedad del magnate. La
anglófona Jewish Enciclopaedia, por su parte, se hace eco de
esto también y desgrana con minuciosidad todo lo que, estando en
posesión de la familia Haleví, fue decomisado en las horas que
siguieron a la detención y posterior encarcelamiento del, hasta entonces,
poderosísimo tesorero real de Pedro I. Un tesoro digno de la alta
nobleza de aquel entonces, que consistía, entre otras muchas
pertenencias, en nada menos que ciento noventa mil doblones de la
época, veinte cajas repletas de joyas y ricas telas y multitud de
tierras en los aledaños de Toledo y de Sevilla.
De este singular estadista judío, cuya trayectoria política y profesional constituye, sin duda, una de las cimas de su pueblo en la vieja Sefarad y, quizás, por su cercanía con los funestos sucesos de 1391, un esplendoroso canto de cisne, poco sabemos a nivel personal. Las fuentes sitúan su nacimiento en torno a 1320 y su trágico final en noviembre de 1360, pero escasos son los datos que nos dibujan algo más que lo estrictamente público del personaje, lo cual no es poco, dada su condición judía.
De este singular estadista judío, cuya trayectoria política y profesional constituye, sin duda, una de las cimas de su pueblo en la vieja Sefarad y, quizás, por su cercanía con los funestos sucesos de 1391, un esplendoroso canto de cisne, poco sabemos a nivel personal. Las fuentes sitúan su nacimiento en torno a 1320 y su trágico final en noviembre de 1360, pero escasos son los datos que nos dibujan algo más que lo estrictamente público del personaje, lo cual no es poco, dada su condición judía.
En
el Toledo de la época y de la Edad Moderna, quedaron reminiscencias
toponímicas relacionadas con este personaje, toda vez que se hablaba
del “palacio del judío”, en las inmediaciones de la actual
sinagoga del Tránsito, en tiempos, de Samuel Haleví, ya que fue su
munificencia la que posibilitó la obra. Asimismo, fue su poder en la
entonces corte el que hizo posible que esta sinagoga fuera
esplendorosa en ejecución y compitiese en envergadura con algunas
iglesias toledanas, saltándose la ley cristiana en este sentido.
Damos por hecho que, si el mecenas hubiera sido otro, con menos poder
en el sancta sanctorum del rey y de su concubina, doña María
de Padilla, probablemente hoy en día no disfrutaríamos de la
presencia, siempre impactante, de este gran edificio.
Don
Samuel perteneció a la aristocrática estirpe de los Abulafia
Haleví, avecindados en Toledo probablemente desde los tiempos de
Alfonso VI o, quizás, antes, junto con las estirpes de los ben Waqar
y de los ben Shoshan, o Abenxuxen. No olvidemos que el Toledo andalusí
contaba con muchas familias judías, que, tras la conquista
cristiana, decidieron quedarse y probar suerte como traductores y
notarios públicos, por su extenso conocimiento del árabe, como
almojarifes -tesoreros, recaudadores- o alfaquim -médicos- y, en
fin, como conocedores e intérpretes del viejo orden musulmán para
los nuevos dominadores cristianos. Sin su aportación, muchas veces resaltada, pero pocas veces comprendida, los reyes cristianos hubieran tenido que prescindir del
refinamiento institucional, cultural y social de Al-Andalus, pues los
repobladores cristianos que estos reyes trajeron a las nuevas
tierras, recios campesinos de la meseta como eran, poco habrían
podido aportar en esta dirección.
Así
pues, don Samuel debió estar emparentado con grandes figuras de la
judería toledana, entre las que podemos destacar al rav y juez mayor
de la aljama, Todros ben Yosef Haleví Abulafia, de tiempos de
Alfonso X el Sabio, o al poeta Todros ben Yehuda Haleví Abulafia,
que describió en sus poemas la relajación moral de la aljama de su
tiempo y que llegó a ser discípulo del rabino Yona Girondí de
Gerona.
Siendo
como era un aristócrata judío, si se nos permite la licencia,
estaba llamado a desempeñar un papel central tanto en los círculos
de la corte cristiana, como en el interior de la propia aljama. Y así
fue como llegó a ser almojarife mayor del reino -tesorero mayor-,
diplomático y hombre de confianza del malogrado Pedro I, el último
de los reyes de la antigua dinastía castellano-leonesa. No obstante,
y como su condición determinaba en gran medida, cayó en desgracia
súbitamente y el final de su vida y de la de sus familiares fue
trágica, precipitándose al vacío desde lo más alto.
En la actualidad, y con la restauración de la Casa Museo del Greco, han salido a la luz unos subterráneos que debieron pertenecer a la casa palaciega de don Samuel. Se trata de dos niveles, que aún siguen excavándose, pero que ya son visitables y que se encuentran en los jardines del museo mencionado, frente a la antigua casa del marqués de la Vega-Inclán.
En la actualidad, y con la restauración de la Casa Museo del Greco, han salido a la luz unos subterráneos que debieron pertenecer a la casa palaciega de don Samuel. Se trata de dos niveles, que aún siguen excavándose, pero que ya son visitables y que se encuentran en los jardines del museo mencionado, frente a la antigua casa del marqués de la Vega-Inclán.
En
la visita, su oscuridad concita el misterio que rodeó la vida de
este emblemático personaje de Toledo, al menos para la posteridad,
que nunca sabrá el porqué de su caída en desgracia. Aunque quizás
también para sus contemporáneos fuera misterioso un desenlace tan abrupto y truculento como colofón a tan brillante trayectoria vital. Ninguno de sus coetáneos pudo entender entonces por qué alguien que había llegado
tan alto, había caído en desgracia de tal manera que nada ni nadie
pudo arrebatarle a las mazmorras reales sevillanas, donde fue
torturado hasta la muerte, víctima de una conspiración orquestada por judíos, que nunca pudo aclararse.
No
hace mucho, el ayuntamiento de Toledo ha tenido a bien colocar una
efigie del que pudo ser don Samuel frente a las que fueron su casa y
su sinagoga. Se trata de una efigie de mirada dura e impenetrable,
que, junto a una Torah simbólica, parece custodiar el espacio de sus
antiguas habitaciones y las de sus correligionarios. Un semblante que
parece retener algo de la fuerza de aquella personalidad arrolladora
y dominante que debió de ser don Samuel Haleví Abulafia, un
castellano más, de bendita memoria.